Y ya está. Se acabó. Otro año más. Siempre comienzo emocionado los E3. Y siempre los termino con apatía. Este año no es una excepción, especialmente cuando dos presentaciones de consola no han podido eclipsar mi interés por las secuelas de Fez y Hotline Miami o el impresionante The Last of Us, estertor final de una generación que se resiste a morir.
En la guerra por la apuesta multimedia para conquistar el salón, mientras que Sony ha escuchado al jugador y prioriza los juegos sobre el resto de funciones, Microsoft ha seguido su camino con indiferencia, empresa que sólo pacta con empresas, perpetuando la trayectoria descendente iniciada con Windows Phone y Surface. Y sin embargo, pensándolo fríamente, superando la prepotencia con la que nos quieren tratar en Xbox, no tenemos dos propuetas tan diferentes. Nuevos modelos económicos, predominio de las redes sociales, suscripciones a servicios, arquitectura de pc que facilitará los ports, exclusividades a golpe de talonario… y aunque las opiniones a pie de calle dan por condenada a la Xbox, no tengo tan claro que para el año que viene todo siga igual. Me gusta la actitud de Sony, el diseño de la maquina, su apuesta por los indies, cualquier cosa que traiga Naughty Dog, sigo esperando ingenuamente The Last Guardian… pero de momento, menos títulos exclusivos y ninguno desequilibrador. Cuando nos cieguen los gráficos, los 60 fps y las nuevas IAs, cuando sus franquicias y exclusividades estén definidas, hasta que sus virtudes y defectos sean evidentes y no quede nada por ocultar, si Steam lo permite, será el momento de decidir por una, las dos o ninguna. Habría una cuarta alternativa, con monos, princesas y fontaneros, pero esa juega en otra liga.
Con las cartas sobre la mesa, Nintendo retirada, las fichas de poker se amontonan junto a Sony. De reojo, Microsoft empieza a mirar en su manga en busca de algún as que le salve la partida. Todavía queda mucho juego. Y puede que incluso jugadores nuevos.